La tarde serena y reservada
cubriendo va con leve soltura
la vasta pradera despejada
con un velo de amor y aventura.
Las colinas tiñe con dulzura
de doradas, y rojas granadas;
que acaricia y ciñe con frescura
la sabana ingenua, enamorada.
En el cielo dibuja locuras
de amatista tenues y rosadas
que ilusionan la tersa blancura
de las nubes ligeras y holgadas.
Con el viento cabalga a su anchura
y despeina la paz reflejada
del riachuelo su mansa figura
que silbando va por la cañada.
Majestuosa, sublime y segura
al audaz sabanero, arrobada
conquista con lozana hermosura
solitaria y cansada jornada.
No hay belleza más clara y más pura
que las tardes tiernas sosegadas
donde el alma mora apaciguada
en la eternidad de sus llanuras.
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© 2012, Madrigal. Poema registrado.
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