Agua dulce, helada
que sinuosas bajas por la montaña
de terso azules y piel arrugada
acariciando su fértil entraña.
Ven y apaga el fuego que en mi se aviva
en la soledad de mi ancha llanura
cuando la noche callada se anida
en la obscuridad de mi desventura.
Quiero olvidar en brazos generosos
secretos y anhelos que callo ansiosa
donde sollozo hiedras plomizas, lánguidas
de horas eternas ,dolorosas y áridas
en la soledad de mi yerto lecho
que silente espera el roce amoroso
de una vertiente fresca, lujoriosa
que cure heridas que guarda mi pecho.
Agua dulce, helada
se de mi cauce la tersa vertiente
que suaviza la luz de mi mirada
y de mi tierra la dulce simiente
donde la esperanza crece y florece
con la impetud de antiguas primaveras
que eterna e ingenua jamás perece
y osada sonrie a la vida certera.
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© 29 Junae, 2012. Madrigal. Poema registrado.
Todos los derechos reservados.
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