En la dorada tarde que dormita silenciosa; una briza tenue y cariñosa acariciando va los árboles ya de hojas vacios, como si quisiera consolarlos del otoño sombrío. El sol en su lento descenso parece detener el tiempo como si quisiera acompañar la soledad en su abatimiento, mientras baña de carmesí y dorado un cielo entristecido. Y en el aire se percibe un olor a llanto y a olvido.
Unos pasos lentos y delicados interrumpen el silencio. Cada paso alborotando están la alfombra mullida de mil hojas ya sin vida, que cubriendo están el pequeño sendero. La solitaria figura se detiene, se apoya en un árbol como si le faltaran las fuerzas, sacude la cabeza de un lado a otro, como si quisiera aclarar sus pensamientos. Después de unos minutos la solitaria figura continúa su recorrido.
Al llegar al final de la vereda un ángel de piedra gris y frío espera, al pie de su sombra impasible se encuentra una placa sencilla que dice:
“Aquí yacen los sueños de un hombre que luchar por ellos valor no tuvo”.
…………Y el viejo ciervo….el viejo ciervo arrodillado llora.
~NEM
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©2011 Madrigal
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