Sabe a olvido el día,
con su languidez torva
e insinuante apatía
de ausencias sigilosas,
desgarra el alma mía
largas y ávidas horas
de callada agonía
donde un recuerdo mora.
Mis manos están vacías, mi pecho doliente
y ese olor a olvido! me sofoca lentamente.
Errante, incierta, penante y umbrosa
mi alma vaga por entre las tumbas;
buscando el consuelo, la amada sombra
de un amor puro que una fosa oculta.
Para, para! brutal sepulturero
que cada golpe de tu pala clava
una astilla, una daga aquí en mi pecho
y a mis fuerzas, impávida a quebranta.
Mas no para, ni mis ruegos escucha,
y la tierra cruel y hambrienta se traga
mi sollozo quejumbroso y mi angustia
y en silencio, en silencio todo acaba.
Ya no hay esperanzas, el lirio duerme
ya no es más de este mundo sus quereres,
y en mis brazos ya no yace su frente
ni sus sueños, ni su aroma inocente.
Oh Dios de los hombres! piedad yo imploro
mirad como sufre mi alma de pena
Por qué si escuchas, silente te quedas?
Por qué del amor el tiempo hace polvo?
Se ha ido, lo sé y negarlo no puedo,
pero aquí! en mi alma, mi pecho y mi vientre
aún palpita el sagrado recuerdo
de este amor ajeno a ausencia y muerte.
Y pasa el tiempo en su luctuosa marcha
las horas marcando en sangre y espinas
y todo acaba, todo se termina
mas no esta angustia que llevo guardada.
Perdida en mi pena y aciago infierno
una caricia yo siento de pronto
Y moja el sepulcro un rocío agosto,
los cielos también lloran por los muertos.
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© Madrigal. October 13,2012.
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